viernes, 3 de diciembre de 2010

Silencio Capitulo I


Abrí los ojos ante ese brillo perlado que me llegaba de lleno en el rostro, que aparentemente me anunciaba la llegada del amanecer y que provenía de la ventana. Ahí estaba: apostillado en el alfeizar ¿cómo su magnificencia me golpeó dejándome hipnotizada?... no lo podría llegar a explicar. El tenue brillo no correspondía a la alborada, provenía de su pálida figura, su rostro estaba entre sombras, sólo un débil brillo afloraba de su pecho, me giré para encender la luz y poder observarlo y tal como temía; a penas le quité los ojos... desapareció.







I. Desconocido

No puedo quejarme de todos los confusos incidentes que me llevaron aquí, ni tampoco puedo decir si realmente me arrepiento de ellos porque aunque hoy estos sean claramente los causantes de que esté cara a cara con la muerte, también fueron todos ellos los que me llevaron a... él. Aunque también por supuesto sea su presencia, culpable de todo... el amor nunca es lógico. Esperé pacientemente de pronto horrorizada por algo que de todos modos, ya suponía.



Cierta mañana, todo comenzó a volverse... algo confuso.

Nunca esperé que un encuentro así se produjera de una forma tan repentina, yo iba enfilando por la avenida del nuevo vecindario al que acababa de mudarme luego de marcharme de casa algo precipitadamente, no me arrepiento, se me da muy mal intentar fingir que no me importa que otros guíen mi vida. La calle se hallaba desierta, no hubiera habido forma de no toparme con su rostro, aunque de todos modos lo habría visto, sí, claro que sí, aunque este miserable pueblo hubiera sido más grande, aunque fuera el centro de la capital con enormes edificios el lugar en que me hubiese topado con él, yo le habría visto. Porque jamás había visto algo como él.
     Y digo algo, no alguien, porque detrás de esas ropas anodinas (un simple jeans, una polera oscura, un polerón gris y unas zapatillas cómodas) era imposible. Blanco en extremo, pálido, su rostro tenía facciones hermosas y sus ojos escondían algo... sus labios indecisos, parecía divertirse mientras caminaba por las avejentadas calles de este insignificante pueblito y de pronto, sus ojos se posaron en mí.
       Cada cosa que pensé hasta ese momento se difuminó por completo, aquellos ojos contenían una inmensidad que parecía haber viajado siglos, escapaba de lo normal, de lo humano. Ese color negro intenso me abrumo, jamás vi a alguien con una mirada así, capaz de detener el tiempo en la oscuridad abrumadora de aquel par de ojos.
       No le seguí. No le miré, tan sólo seguí caminando y el extraño desapareció en la lejanía.
      

        El día siguió su curso bajo un cielo incontenible de grisáceas nubes aguantando su llanto trémulo. Trabajaba en una cafetería del centro medio tiempo, para pagar mis estudios de arte, me fui de casa porque necesitaba mi espacio, a mi padre no le resultaba muy bien fingir que le gustaba mi carrera y a mi no me gustaba fingir que no extrañaba a mi madre y que los silencios incómodos me iban bien. Siempre he sido una persona un poco testaruda, altanera y tiendo a dejarme llevar mucho por mis emociones, en el arte eso me viene bien, escribo de vez en cuando y compongo algunos temas en guitarra y piano, pero lo que más me gusta es pintar, en mi nuevo pequeño departamento tengo una de las piezas destinada sólo a mi sala de creaciones, muchos botes de pintura, varias paletas de mezclar, lienzos preparados y atriles, una ventana con vista al río para inspirarse, me cuesta pagar este sitio pero lo sigo haciendo porque aprecio la vista y el gran espacio. Me llamo Rose, como la flor, como mi color favorito, pero no soy una doncella de pétalos suaves, quizá sólo en el fondo, en realidad tengo un carácter muy fuerte, no soy extremadamente sociable, pero pasar desapercibida no es uno de mis talentos, por un lado, porque soy propensa a las situaciones embarazosas sobre todo con un gran público y por otro lado ya que sin querer termino haciendo siempre más cosas de las que creí querer abarcar y participando en mas lugares de los que me quise inscribir, sólo porque me cuesta mucho negarme a ayudar en algo, esto a veces no se traduce en mucho éxito, mi fuerte siempre ha sido el ámbito intelectual, el ámbito artístico, mi cualidad predominante es mi gran personalidad, pero muchos no quieren conocer el contenido después de que la presentación no les llama. Siempre reflejo una gran seguridad, y soy buena para hablar en público, pero en el fondo escondo un gran conflicto de aceptación. Mi mejor amiga Lily es la única que me conoce a fondo, con ella puedo ser yo, vive unas calles más abajo de mi nuevo departamentito y la veo seguido, trabaja conmigo en el café, ella es mi polo opuesto, con su pelo rutilantemente negro, liso y brillante en un corte a la moda contrastado con su piel blanca y sus hermosos ojos verdes de una curiosa forma almendrada, es delgada y pequeña, el cuerpo perfecto para una bailarina, puesto que eso es lo que ella estudia: danza, ella es la típica niña indefensa, adorable en todo sentido; todo en oposición con mi gran complexión, mi gran estatura, mi piel pálida, mis pecas repartidas en mis mejillas, mis ojos café chocolate y la parte que más me gusta de mi, mi cabello marrón rojizo cayendo en cascada de bucles por mi espalda, lo heredé de mi madre.
       Siempre reímos porque ambas tenemos nombres de flor, y es una gran coincidencia que seamos mejores amigas, aunque ella es más bien como una hermana.
    
      

       Ese día iba como siempre con los brazos atestados de cosas, mi morral cruzado, mi cabello alborozado, caminé a la facultad y entré a clases, aquel día prometía ser como cualquiera mientras caminaba por el pasillo extrañamente vacío, Lily no me había acompañado ese día, había quedado de ir con un nuevo tipo que conoció en fin de semana, otro típico rubio enorme, con mas cuerpo que cerebro, mis pensamientos iban entre Lily, su novio, mi desayuno, la pintura que deseaba terminar... pero de pronto, ahí estaba de nuevo, el rostro angelical, los ojos profundos, negros hasta lo infinito, seguían siendo los mismos, podrían haber sido azules y los hubiera reconocido, esa inmensidad estaba en ellos patente, no tenía que ver con el color, era como si aquellos ojos hubieran vivido años, tropecé y mis cosas se desparramaron por doquier. Miré al cielo tirando un par de blasfemias casi en susurros, y cuando baje para juntar todas mis cosas, el ya las había apilado, así que simplemente las cogí. Lo miré y el me devolvió una media sonrisa y se volteó para alejarse

- hey! No, ¡espera! - se volteó y pareció divertido y suavemente dijo
- Rose
- ¿como dem...?
- te veo cuando salgas del trabajo, afuera de la cafetería, a las 8:00.- y se alejó dejándome desconcertada -
- hey! - grité en medio del pasillo pero no volvió.

      La tarde pasó lenta, un millón de clientes y yo impaciente cometí más torpezas que la mayor parte del tiempo. Miles de preguntas asaltaban mi mente y se revolvían como un plato de tallarines a medio terminar ¿Quién era ese desconocido? ¿Cómo sabía mi nombre? ¿Qué era lo que quería tan tarde? ¿Por qué sentía que le conocía? Y cada una sin respuesta convincente y coherente, no podía hacer nada más que pensar y pensar, entre cada café que servía y sentía que una aurora fría se cernía sobre el ambiente, o es que sólo lo sentía porque me recordaba a él, cuando estuvo lo suficientemente cerca esa mañana sentí como si manara una corriente helada, y me congelara el cuerpo, como si hubiera lanzado esquirlas de hielo sobre mi piel erizada, era como cuando le quitas el sol a algo, sentía como si esa aura gélida me acompañara desde el extraño primer encuentro, pero sólo se hiciera consciente al verle, su piel debía ser helada, sus labios eran ligeramente amoratados como el de alguien que viene saliendo de un lago congelado. Mi estómago se revolvía pues también estaba el hecho de que jamás había visto un sujeto así, con su piel pálida y perfecta, sus rasgos casi angelicales, demasiado increíbles, ese aire de superioridad, como si todos fuéramos insignificantes hormigas y el se divirtiera viéndonos. Con toda esa belleza. Demasiado. Para un simple humano. Si es que lo era.
¡Por Dios!
¿Realmente estaba pensando que ese sujeto podría no ser humano? En verdad mi imaginación estaba fuera de control, pasaba una tarde completamente normal, rebuscando en cada detalle de lo que hubiera hecho, sus movimientos, sus pocas y rápidas palabras, con aquella voz profunda y esas cadencias propias de otra época. Pero... ¿De qué estoy hablando? Me estoy refiriendo a él como un monstruo, como algo extraño, caído de no se donde. Sacaba conclusiones inverosímiles, debía de estar tocada de la cabeza, simplemente era un sujeto guapo, sí, bastante guapo, pero tanto como para pensar en que no era humano, yo jamás había juzgado a alguien de esa forma, así que debía de estar empezando a demostrar indicios de locura, era solo un sujeto, uno que quería verme... pero uno que también sabía mi nombre y no podía dejar de pensar que lo conocía pero ¿De donde? ¿De donde?, me devanaba los sesos pensando... mis pensamientos se deshilvanaban...
- ¡Rose! ¡Rose! Por Dios llevo gritándote como 5 minutos, la señora Marks tiene que cerrar, ya son las 8:00
- ¿Las 8:00? - Por Dios la tarde se me había ido y no estaba preparada para ver al extraño pálido y escalofriante, conocido y desconocido
- Rooo-seee! Hey! ¡Lily llamando a Rose!... si son las 8:00, no sales a esta misma hora todos los días del trabajo... ¡eh Rose ¿que haces?! Espérame, ¿Dónde vas? – yo ya había arrojado mi delantal detrás del mostrador, tomaba mi impermeable y estaba arreglando mi morral
- Lily hoy no iré contigo, es sólo que... debo hacer algo, no puedo esperar
- ¿tiene algo que ver el tipo que esta afuera parado en pleno aguacero?

      En efecto su figura blanca se alzaba fuera de la cafetería, inmóvil bajo la lluvia, con sólo una polera delgada y ligeros jeans ¿es que no tenía frío? O bueno, si un frío antinatural manaba de su cuerpo, bien podría soportar impertérrito, una copiosa lluvia. Me despedí con la mano de Lily quién me miro desconcertada con cara de está volviéndose loca de remate.
      
      Caminamos bajo la lluvia en silencio, sin saludarnos, sin decir palabra, sólo caminamos, bajo aquel repiqueteo constante.  Cuando llevábamos un tramo recorrido se giro y en un segundo, con una rapidez increíble se puso frente a mí y sus ojos me absorbieron, a penas podía pensar, aturdida le espeté:

- ¿qué es lo que quieres? – se lo dije con un tono tan brusco que rallaba en la grosería, pero él simplemente me miró medio concentrado, medio divertido
- me puedes decir ¿qué es lo tan gracioso?
- tu expresión – dijo con esa voz tan melodiosa, como si fuera música
- ¡oh vaya sí, te esperé para que te rieras de mi! – le solté y avancé furiosa por la calle
- ¡Rose! –  dijo a voz en grito
    
      Ahí estaba de nuevo mi nombre saliendo de sus labios, con una naturalidad como si me conociera desde siempre y de pronto una de sus manos se aferro con fuerza aprisionando uno de mis brazos, me giré y observe primero su mano y me sorprendí, tal como lo había pensado, su tacto era gélido, mucho más frío que la lluvia que caía copiosa, era como tocar una estatua fría, en una habitación enorme, una mañana luego de una gran nevada. Luego posé mis ojos sobre su rostro a escasos centímetros del mío y supuse que debió notarse definidamente mi expresión desconcertada pues aflojó sus dedos de inmediato, aunque quizá se debiera a que pese a lo frío de su tacto, un calor extraño fluyo desde ahí donde su piel fuerte y fría me tocó, algo que por cierto, no tenia ningún sentido. El viento alborozó mi cabello e hizo un gesto extraño, como si el cielo le hubiera herido hasta lo mas hondo, y luego aspiró:
- Hueles a flores – dijo con una media sonrisa.
       Nos miramos el uno al otro por medio segundo y entendí que mis conjeturas eran ciertas, este chico era algo, tal vez estaba volviéndome loca pero, nadie que tuviera esa temperatura podría estar vivo sino fuera algo mas que humano, nadie que tuviera esa temperatura corporal podría andar campante caminando solo con una polera bajo la lluvia, debería de estar sufriendo convulsos tiritones y sufriendo de hipotermia o algo así, cayéndosele los dedos ennegrecidos y necróticos, o no se... no tengo idea de medicina pero si sabia lo suficiente para comprender que esto no era normal. Mientras tanto el cabello se me pegaba a la cara y parada e inmóvil intentaba comprender la extraña situación.

- ¿quién eres? – o ¿qué eres? Extraño e irritante sujeto
- Max, soy Max – y se volteó para irse.

Parada en medio de la calle, mojada y desconcertada comprendí de una extraña forma en mi fuero interno, que todo iba a cambiar.


¿Cómo imaginar que todo esto ocurre en la vida real? ¿Cómo pensar que todo esto me iba a encontrar precisamente a mí, en este pequeño pueblo del sur, en este país al fin del mundo? Y más aún ¿Cómo preveer que todo, absolutamente todo lo que temía se iba a solidificar aquel día que parecía cualquier otro?

Había pasado un mes completo sin ver al extraño Max, sentía una extraña sensación en el fondo del estómago que me hacía peso y parecía que ese peso hacía que mi estómago llegara a mis pies cuando cruzaba una y otra vez la avenida camino a la escuela de arte. Mis cuadros comenzaron a volverse... diferentes. Pinté ojos negros en fondos blancos, calles encapotadas y bajo una copiosa lluvia, una ventana, alas angelicales tristes y mustias y sin saber porqué un cabello marrón rizado sobre un pecho blanco y pálido; y ahí fue que la chispa de intuición saltó de pronto y me sentí como una tonta ignorando un detalle crucial, la primera noche que me mudé a mi departamento tuve un sueño de lo más extraño, un extraño apostillado en mi ventana, con su pecho devolviendo los rayos de luna en mil reflejos plateados, curiosamente el extraño tenía un inmenso parecido a Max.

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