Sentir que me quemo cuando me tocas, que mi sol no alumbra hasta que apareces en el umbral y me miras y sé que estoy aquí, porque tú sabes que estoy aquí. Caminas hacia mí, pacífico, seguro. Hay tantas cosas que desearía decirte y a la vez callarlas, me sonrojo y tú sigues allí, me sonríes y me miras y ni siquiera ves como te adoro con mis ojos, como guardo cada detalle para después, cuando no estés. Respiro de ti, me bebo tu imagen, enséñame a respirar cuando no estás, enséñame a ver a través de ti, a saber que hacer para entrar en ti y conquistarlo todo, reclamar aquello que desde la primera vez quise que fuera mío… tú has aprendido a estar junto a mí, te he dejado ser parte de mí, me he dejado acompañarte, acompasé mi alocada carrera a tu paso ufano y despreocupado y me envolviste en tu chispeante personalidad… pero no me necesitas, no en verdad. ¿Me extrañarías? Dime que sí solo para poder dormir hoy porque bajo mis párpados aún te veo, riéndote de alguna de mis agudas intervenciones, hablando hasta desahogarte por completo… sintiendo tanta confianza y yo casi sin escuchar, más que nada apreciando cada gesto, para guardarlo después, tu cara de sorpresa, la de enojo, la de coquetería, la de alegría, la de diversión, la de travesura… mi preferida.